sábado, 26 de octubre de 2013

Mimosa Púdica


Nerviosa y con mirada algo traviesa, se acercó diligente al ventanal que desde mi cocina mira hacia el mar. Ente él, estaba la planta que le había comentado, aquella que nos sorprendió días antes con sus bolas de color malva; esa que al ser tocada cierra sus finas hojitas y sus tallos se dejan caer; la misma que por las noches parece que se pliega para descansar.
La miró detenidamente, observó su diminuta flor y sus finos filamentos que la forman; preguntó por aquellos puntitos amarillos que estaban al final de estos, y luego tras satisfacer su curiosidad, la tocó. Su cara se convirtió en sonrisa, la mía en satisfacción.

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