domingo, 21 de agosto de 2016

Historias de la Isla Cocodrilo


Saltando salió del interior de una de las majestuosas casonas que rodean la Plaza Vieja de La Habana. Entre brincos y carreras, fue agazapándose entre columnas y arcadas de los soportales que rodean la hermosa plaza, hasta dejarse caer a la entrada de uno de los inmensos portalones que flanquean la entrada de algún museo que se encuentran en el lugar.
Allá, entre aspavientos, gritos y alguna que otras frases vedadas e inaudibles para mí, llevó a cabo su última y gran batalla: por fin Mowgli venció a Shere Khan en La Habana.
 
 
 
Se encontraba a las espaldas de la mesa de trabajo donde un campesino nos daba explicaciones de cómo era la artesanal elaboración de los famosos puros cubanos.  Sentada tras una mesa cubierta por un blanco mantel y arropada por aquel fondo entre infantil y Naif que estaba pintado en la pared, oía casi sin pestañear, como si fuese la primera vez, la forma de elaboración del cigarro cubano: elección de las hojas por calidad, tamaño y finalidad, prensado, liado, cortes….
Su presencia y el enmarque que la arropaba, hizo que dejase de prestar atención a la minuciosa clase que el guajiro nos impartía. Me separé del grupo y de la mesa de trabajo donde nos mostraban aquella elaboración y me puse delante de ella. Le sonreí y por gestos con el objeto de no hacer audible mi voz, se pedía poder hacerle una foto, a lo que de igual manera forma ella me contestó.



Ahora que casi ha pasado ya un mes de mi vuelta y tras visualizar una vez más las cientos de fotos tomas; siento nostalgia de esas calles abigarradas y cálidas, del bullicio, del parloteo dulzón que las acompañan; de sus gentes, de ella, de La Habana.
Curioso que ya no me moleste tener que volver a tomar ducha sobre ducha para mitigar aquella “maldita” humedad. Ni el tener que rechaza ofrecimientos para visitar cooperativas ficticias de habanos, tampoco por tener que ir hasta el último "carajo" para buscar el próximo espacio con wifi para poder conectar. Menos aun, tenerme que “mojar” con la clásica discusión de las cervezas :
¿Cuál te gusta más, Bucanero o Cristal?
¡¡¡Curioso!!!
¿Será porque me ronda en la cabeza volverla a visitar?
 
 
 
 
Era la segunda vez que en menos de tres días, si no solucionaba el tema, volvería a perder dinero poel mismo motivo.
Dos días antes había comprado una tarjeta Nauta de tres horas a Etecsa (Compañía Estatal de Comunicaciones de Cuba), las cuales son necesarias para conectar por internet y así poder enviar wasaps a familias-amistades.
Ese día y a media mañana compré una segunda tarjeta en la central que la compañía tiene cerca del Capitolio. Ésta de cinco horas, de 10 CUC. Allí a la simpática y morena “compañera” que me atendió, le planteé que con la anterior tuve problemas. Que no me podía salir de la página de conexión, e incluso que desconectando el wifi del terminal, la tarjeta seguía consumiendo; por lo que se descargó entera. Sin casi haberla usado, perdí 3 CUC; eso sí gané un mosqueo descomunal.
No supo darme explicaciones del motivo, solo que tuviese cuidado al salir de la página. Que desconectara el wifi y en todo caso apagara y reiniciase el terminal. Así lo hice tras haber conectado en una primera ocasión recién salido del recinto donde tan fui atendido.
Sin embargo después del almuerzo y para evitar una buena mojada, a consecuencia de un intenso chaparrón tropical, me refugié en el centro comercial que hay en los bajos de un renombrado hotel del Paseo del Prado y allí volví a conectar. Ahí fue donde la sangre inició silenciosa y automáticamente su ebullición.
Dos wasaps mandado, solo dos y cuando quise salir de la página no lo conseguí; ni cuando desconectaba el wifi, ni aún apagando y encendiendo el terminal. Siempre que quería volver a entrar en la página, me salía un mensaje que decía que mi clave estaba siendo utilizada.
Haciendo caso a la chica que me vendió la tarjeta, a la vez que encendía y apagaba el móvil continuamente, fui subiendo dirección a mi “casa habanera”, sin que esto sirviese para que se hiciese la desconexión.
De vez en cuando, accedía a una zona de información que tiene Etecsa para comprobar cómo andaba mi saldo y fui consciente de como mis cinco horas iníciales se reducían cada vez más.
Al llegar al Parque de Trillo, uno de los lugares donde Etecsa tiene instalada una antena para poder conectar y donde los lugareños se reúnen como
hormigas, volví a intentarlo, pero no había forma. De las cinco horas de duración que tenía la tarjeta y habiendo enviado solo no más de 6 u 8 wasaps en todo el día, se habían consumido cerca de cuatro horas.
La siguiente hora, Etecsa, se la “chupo” en manos de Ismael; un chaval que pasó cerca mía y al que le solicite ayuda tras contarle lo que me sucedía. Se sentó conmigo y anduvo trasteando mi Smartphone, la aplicación de Etecsa y puso en práctica con dos amigos que se acercaron más tarde, opciones que yo desconocía y que parece ser que sirven para desconectar. Aún así, nada funcionó; sin embargo, a mí ya hacía tiempo que eso me daba igual. Mi móvil y yo, ya teníamos poco que decirnos. Ahora primaba la charla, la broma, la camaradería que allí veía y algunas miradas furtivas y picaronas, que lanzaban a los/las transeúntes que deambulaban por el lugar.
Y entre medio de todo ello, dos frases propias de “clases magistrales".
La primera, cuando comenté:
- Ni saldo saldo me queda para contactar con la familia
- Pues tienes que hacerte de otra tarjeta, la familia es lo primero, no los puedes dejar atrás
La otra, poco antes de despedirnos, cuando le dije:
- Siento haberte hecho perder tanto tiempo, llevas más de una hora intentando arreglarme esto.
- Soy yo el que siente no haberte podido ayudar
Esto es Cuba y estas son sus gentes: MARAVILLOSAS…!
Gracias Ismael, gracias
 



Ahora que nadie mira..., en mi estrecha y particular bodeguita, un traguito voy a dar; eso sí, con la puerta de par en par.
Y mientras, a la misma hora, en el mismo lugar, aunque en la acera de enfrente, la gente se roza, se agolpa y empuja a la entrada de otra famosa “bodeguita” en la que todo el mundo quiere entrar. Típica ésta, por tener su fachada toda ella escriturada con firmas, fechas y mensajes de turistas o por haber sido pródigamente visitada en épocas pasadas, por un “afamado” escritor.
- ¿Qué quién?
- ¡Qué más da!
Ésta, menos reconocida aunque más desahogada y más barata; tiene además un exterior que nada tiene que envidiar. A ella le sobran fechas, nombres, firmas, que en color y simbolismos, la otra no le puede ha ganar.
 
 
 
 
Tiene María una puerta con un diminuto ventanuco de madera que todo el día abierto está. Por él, ella deja que entren, desde el aire que respira, al parloteo de sus vecinos, las carreras de los críos y aquella mezcla de olores de calle humedecida por la tormenta, entre terrosa, ácida y herborosa que dejan las boñigas del mulo que regresa con el guajiro de faenar.
Con una sonrisa melosa y envolvente, me atrajo como abeja al polen. Allí, en el lienzo que crea lo oscuro de su es...tancia con el marco de aquella ventanilla, me sonrió con sus solo tres dientes y "me enganchó" sin dejar de hablar.
Lo hizo, y si bien pausadamente, tocando todos los temas que pudo, incluso alguno que estaba más.
Me contó de su pueblo, Trinidad; de lo bonito que era y del que ella nunca había salido; también de cuando era joven y de su trabajo en el campo, también de sus hijos que ya casi ni la visitan por aquello de que no viven ya allí..; y de que aún estando físicamente bien, no sale a la calle, no se atreve atravesar el portal.
Con lo mal que ve y con lo empedrada que son las calles (característica típica de este pueblo con marcada idiosincrasia colonial), teme caerse.
¡Y no...! Que no está ya ella para eso, a sus 87 años de edad.
María, una preciosa y encantadora abuela que ve pasar los días desde su pequeño ventanal.

 
 
 
 
Y mira que lo intenté varias veces; por la derecha, por la izquierda, haciéndome como el que observa las casas, el despistado, el remolón. Incluso haciendo una pregunta banal a alguien que pasaba por allá. Pero no había forma, parecia ser que él lo tenía claro, pero que muy claro: ¡no me iba a dejar pasar...!
Caminaba mirando al mar por la acera del Malecón, cuando giré la cabeza hacia mi izquierda y vislumbré el ajetreo de la gente, la podredumbre y el colorido que rezumaba ...aquella calle del frente. Decidí que alli habia "material", que tenía que cruzar.
Pero hete aquí que allí estaba él, protestón, protector y altanero; dispuesto a hacerme desistir de dar un paso más allá de donde había posado sus reales cuartos traseros.
Después de un tira y afloja, de dos pasos hacia delante y otro hacia atrás, el personal que estaba próximo, sentado como siempre en las puertas de sus casas, fue consciente de ello y soltó algunas sonrisas, por supuesto a favor del can. Era lógico, si yo avanzaba, se levantaba y me ladraba, si por el contrario retrocedía, callaba y se volvía a sentar. Repetimos la danza tres o cuatro veces, hasta que al final desistí, me baje lo más que pude y le dediqué ésta a "Sultán".
Ahí comenzó y acabo mi aventura a lo "Indiana" en esa callejuela; tenía aún mucho que visitar; si no hubiese sido uno de mis primeros días....

 



Me abordaron la tarde antes de volver para España; en el último paseo que haría de regreso hacia el barrio de Centro Habana por el Malecón.
Se llamaban Lázaro y Ernesto, o Edneto que es como graciosamente a mi me sonó. Cuba tienen en común con mi tierra andaluza, el “comernos” algunas letras a la hora de hablar.
Me entraron con sonrisas y ese deje tan gracioso que nadie mejor que ellos saben hacer:
- Amigo ¿hacia dónde camina con tanto peso? -llevaba a la espalda la mochila... y colgada del cuello y agarrada en una de mis manos el "camarón de fotos"
- Voy ya de regreso -les contesté secamente, sin más

- ¿Pero, porqueeee tanta prisa, compañero? párese un poquito y escuche nuestra música.
Tras dos semanas por estos lares, habiendo conocido de viva voz las necesidades en la que se encuentra la población y sabiendo por donde podría ir encaminada la invitación; pero sobre todo, siendo consciente de que mi cartera estaba a punto de infartar, les fui claro:
- Lo siento, hoy es el último día que estoy aquí; llevo ya dos semanas y me he quedado seco, sin divisas (CUC). Por lo que no les podré aportar nada; no me da para más.
- O vosotros…, o quedarme mañana sin almorzar antes de regresar -les espeté
- Pero quien ha dicho nada amigo, ande, ande. Siéntese, siéntese y aproveche para oírnos tocar y haga alguna foto mientras viene ese grupo de “yumas”, a ver que les podemos sacar.
Me senté relajado mientras esperaba a Leticia y Ramiro, unos amigos españoles a los cuales les hice de cicerone durante esa misma mañana, a la vez que les escuchaba y comprobaba la escueta recaudación de la “bandada” de japoneses que tras pararse un momento, acabó por pasar.
Luego hablamos de la situación en la que se encontraban, de la necesidad que tenían de echar un rato tocando por las tardes, de que lo hacían para poder sacar unos pesos que les ayudasen a mejorar en su economía familiar, de que en sus casas les faltaba muchas cosas, que les iba fatal…
Acabamos despidiéndonos. Me desearon buen viaje y a la vez que uno de ellos me guiñaba un ojo, me dejo caer que cuando volviese la próxima vez a Cuba, pasase el primer día de mi estancia para verlos, para poder ver si ya tenían trompetas nuevas, o por lo menos para que les dejase caer algún CUC.
Me sonreí y le dije que así lo haría. Luego les desee buena suerte y que en breve pudiesen superar el bache en el que están.
- ¡¡¡Publique, publique las fotos!!! – me decía el otro cuando ya partía – a ver si viene alguien y nos quiere contratar.
Cuba preciosa, sus gentes, ENCANTADORAS
 



Recién amanecido y la paleta de colores ya casi está a rebosar. La Habana rezuma luz, color, alegría y contrastes que no dejan indiferente.
 



“¡¡¡Ya señores, ya!!! Fuera del Back-Stage, que suban el telón, que bajen las bambalinas, que enciendan las luces y empiecen los primeros compases ya!!!”
No hay esquina alguna o calle por muy desvencijada que se encuentre que no pueda parecer una escena de cuento, de teatro o de película de terror.
En Cuba hay de "to", menos en botica que no hay de "na"
 



Nada mejor en La Habana que tras tirarse varias horas deambulando de un lado a otro, con una calor sofocante y una humedad que te hace chorrear, que encontrar una terraza con abundante sombra donde tomar un agua, un refresco o alguna cerveza fresquita y en buena compañía, mientras los ritmos de los bongós, del güiro y la clave dan la entrada a una potente y cálida voz. ¡¡¡Genial…!!!
 



En las proximidades del Capitolio, un lugar donde con mayor profusión se detectan las diferencias en el estado de conservación de las magnificas edificaciones de siglos pasados; tal vez por los contrastes que se crean entre las restauraciones que se están ejecutando por toda la ciudad, en mayor medida por esa zona y la decadencia de los decrépitos edificios que se mantienen orgullos mostrando retazos de sus grandezas; hacen que uno no deje de observar asombrado cientos de detalles aquí y allá, llegándole a “enganchar” y hacer que como poseso se le olvide dejar de cliquear y tomar un "robado"
 
 
 
 
Mi llegada a La Habana coincidió con el fin del curso escolar.
Mientras que me adaptaba y conocía como manejarme por la ciudad, fueron pasando los días sin ser consciente de que se me pasaba el tiempo de poder captar alguna imagen clásica de escolares con sus vistosas pañoletas azules o rojas, según sea el nivel escolar en el que se hallan.
Cuando casualmente pude captar alguna fotos de estas criaturas agarrados siempre de la mano de sus mamás y dando por hecho que no encon...traría ninguno más deambulando por entre las callejuelas; se me dio una oportunidad inesperada de la cual no tuve conciencia.
La asociación "Proyecto Eterna Juventud", que me había visto cámara en ristre en el Parque Central, me invitó a un acto que se celebraría en el Museo de la Revolución días más tardes en conmemoración del 90 aniversario de Fidel Castro.
Los ojos como platos; no me lo quería creer:
¡lo mismo tenía la oportunidad de ver al Comandante en Jefe en persona...!

Pensar que estaría el homenajeado, fue de una inocencia igual de efímera que la que reflejan los ojos de los críos antes de llegar a la pubertad.
En representación de éste, hubo unas exquisitas actuaciones de canto, interpretaciones y recitaciones de poesía a cargo de los “eternos jóvenes” (personas de la tercera edad), así como unas danzas infantiles en cuyo atuendo aparecía la clásica pañoletada que había buscado días atrás.
¿La ilusión? bonita mientras duró.
¿El acto? digno de visualizar y captar.
 
 
 
 
Bajar cada día, desde la penúltima cuadra del populoso barrio de Centro Habana que limita por la calzada de Infanta con el extenso Vedado, suponía una ardua caminata de más de media hora que tras descubrirla por vez primera con mis amigos colombianos, Claudia y Nicolás, me enganchó tanto desde el principio, que no me perdí el hacerla el resto de días que anduve por la ciudad.
Ser observante primigenio de las miradas vespertinas de quienes abren esas puertas que ya no se volv...erán a cerrar en todo el día; bajar aun en penumbra por esas calles fielmente cuadriculadas, topándome progresivamente con cada vez más cantidad y variedad de gentes, bullicio, olores, colores, que me hacían sentir de allí y de acá; no se me olvidará jamás.
- Buenos días - y una sonrisa
- Buenos días - con sonrisa de contestación
- Amigo ¿quiere que le acerque al centro? – preguntaba el hábil padaleante del bicitaxi
- No, gracias, bajo caminando, tal vez en otra ocasión
- Hola, compañero ¿quiere desayunar?
- Buenos días amigo ¿de dónde es usted?
- De España, Andalucía, de Cádiz
- Ah…, ¿de Cádiz?
Y ya era un no parar.
Una mañana cuando ya me encontraba a escasas cuadras (lo que nosotros solemos llamar urbanísticamente, manzanas), de donde se encontraba el Capitolio, paré para desayunar en un Paladar. Mientras esperaba de pie apoyado en la ventana-mesa que da a la calle y donde me servirían el bocadillo y ese café más que negro y fuerte que suelen servir por allá; el cliente que se encontraba al otro lado de la diminuta ventanilla y cuyo color de piel podría haberle hecho perder en mi diminuta taza si lo hubiesen verdido en ella, me hizo tal cantidad de preguntas entre trueques, risas y chanzas, que hasta la camarera con el gracioso acento de ese pueblo, le dijo:
- Chicooooo, quieres dejar ya al chaval
- Por mi parte no pude dejar de carcajear. Chaval, me dijo chaval!!!!!

 



Muchas han sido las cosas que me han maravillado de La Habana. Sin embargo, una de ellas y que en otra ciudad podría haber pasado desapercibido, ha sido la belleza de lo caduco, de lo viejo, de lo que ya casi está a punto de derruirse, en equilibrio prodigioso, casi de suspiro, a punto de derrumbarse, pero de derrumbarse ¡ya! ¡ya!; dejando esos contrastes de luces, tonos y ambientes hermosos que pinta la luz anaranjada de sus bellos atardeceres.
La Habana un lugar que enamora, para enamorarse y para enamorar.
 



Tras todo un día de caminata entre iglesias coloniales, majestuosos palacetes, edificios en decrepitud...; bien que hubiese venido un remojón al atardecer en los bajos del Malecón. Lástima de no disponer en ese momento de bañador, que si no....
 



Cualquier calle, cualquier esquina, cualquier rincón;
siempre un momento para tomar asiento,
contemplar el transito,
tomar una toma...,
disfrutar de la visión!!!
 



Ni en más mi temprana edad tengo constancia de haber estado en tienda o tenderete alguno en el cual existiese tan escasa cantidad y variedad de verduras y hortalizas.
En el caso de Cuba, me ha sorprendido que a pesar de contar con unas tierras tan fértiles, se cultive tan poco con la excepción de las grandes plantaciones de caña y tabaco. Por lo que durante las dos semanas que tuve por allí, he echado en falta enormemente poder haber comido más ensaladas. Ahora, a mi vuelta y tras haberme atiborrado de ellas, me doy cuenta de lo afortunado que soy, que somos de poder contar con tal rico manjar verde en mi alimentación




Para lo bueno y lo malo, Cuba y contrates van unidas de la mano. Igual aparece un radiante día como el que amaneció cuando visité los Mogotes de Viñales, como sin previo aviso, torna el cielo a gris y se pone a llover igual que si todos los ángeles se hubiesen puesto de acuerdo para miccionar.




Hoy hace tres días que regresé y aún ando con el "paso cambiado". El sueño me sigue acompañando y el ritmo aún no lo he cogido. Esta mañana me he puesto a bajar las ..tantas y más fotos que he hecho. Espero no desfallecer e ir subiendo algunas por aquí y otras tantas que subiré al blog cuando tenga hecha una selección.

A salto de mata