Realizadas en el Monasterio de Rila (Bulgaria)
Bulgaria no se entiende sin sus monasterios. Ocultos en las montañas, cultivaron durante siglos una tenaz actividad intelectual y docente que salvaguardó el arte y el pensamiento cristianos frente a la imposición islámica de los quinientos años de dominación turca. En ellos surgieron notables escuelas pictóricas, caligráficas y literarias; nacieron la lengua y la literatura búlgaras cuando los hermanos Cirilo y Metodio, santos nacionales, inventaron el alfabeto eslavo y tradujeron la Biblia siete siglos antes de que Lutero lo hiciera al alemán. Cuando en 1870 la Iglesia ortodoxa obtuvo al fin su independencia, el país tenía el índice de analfabetismo más bajo de Europa. Tras la II Guerra Mundial, el régimen comunista trajo consigo nuevos saqueos y pérdidas. La devoción y la deuda de los búlgaros hacia sus monasterios ha hecho que muchos de ellos se hayan recuperado mediante suscripciones populares. El más grande y famoso es el monasterio de Rila, a unos 120 kilómetros al sur de Sofía, y que fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1983.
En su interior, suspendido en el humo de las velas, la talla de un gran crucifijo preside la nave y un enorme ojo de Dios observa desde las alturas de la bóveda. Quizá tenga la fortuna de coincidir con la adoración al osario de san Juan de Rila, el eremita que fundó el monasterio en el siglo X, y ver a los fieles formar una cola silenciosa para besar los restos que contiene un pequeño ataúd pintado de colores. Como en todas las iglesias ortodoxas, algún devoto está pendiente de apagar las velas antes de que se consuman para tirarlas a los cubos de arena. Siempre hay mujeres menguadas por los años, con sus pañuelos en la cabeza, rezando ante los iconos y dejando monedas en sus marcos.
El auténtico tesoro de Rila es lo que representa: la recuperación de una obstinada identidad cultural castigada por la historia. Los fondos del monasterio reúnen importantes obras pictóricas del Renacimiento, tallas y piezas únicas de iconografía de los siglos XIV, XV y XVIII. En las viviendas de cuatro pisos que rodean el patio hay más de 300 celdas, una cocina con una chimenea gigante y cuatro capillas. Aún hoy, una docena de monjes hacen aquí vida contemplativa y celebran la liturgia. Para experimentar la austera vida monacal, nada mejor que alojarse en el ala reservada a tal uso. El viajero puede amanecer y contemplar lo primero el pico Musala, el más alto de la península Balcánica, cuyo nombre de origen turco-árabe significa "el último antes de Dios".
El auténtico tesoro de Rila es lo que representa: la recuperación de una obstinada identidad cultural castigada por la historia. Los fondos del monasterio reúnen importantes obras pictóricas del Renacimiento, tallas y piezas únicas de iconografía de los siglos XIV, XV y XVIII. En las viviendas de cuatro pisos que rodean el patio hay más de 300 celdas, una cocina con una chimenea gigante y cuatro capillas. Aún hoy, una docena de monjes hacen aquí vida contemplativa y celebran la liturgia. Para experimentar la austera vida monacal, nada mejor que alojarse en el ala reservada a tal uso. El viajero puede amanecer y contemplar lo primero el pico Musala, el más alto de la península Balcánica, cuyo nombre de origen turco-árabe significa "el último antes de Dios".
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